20100309

Vivencial Paradoja

Si habitar es a lo establecido y vivir es a lo posible, he de aceptar que me inclino por lo segundo. No es ésta elección un hecho azaroso, es que así es como mi vida se ha dirigido, más por eventualidades efímeras que por presuposiciones permanentemente dadas, pues sé que habitar implica lo que es, y vivir va ligado a lo que puede ser.

Desde que me he insertado en el llamado campo laboral mis actividades han oscilado en un imparable vaivén, tal vez esto sea porque soy arquitecto y no profeso cualquier otra disciplina que, exceptuando la medicina, llevaría a una estabilidad tan segura como aburrida. Mis andares han sido por demás variados… he dibujado, he proyectado, algunas veces he dirigido obras de construcción, otras cuantas me he inmiscuido en esa labor con mis propias manos. Me he dedicado también a la docencia, otras veces la suerte me ha dado la oportunidad de practicar los preceptos del urbanismo, y todas estas experiencias me han llevado a algo más, he trabajado hasta como investigador y por lo mismo como escritor.

Todo esto gracias a que mi profesión es tan vasta que resulta posible llevar a cabo un amplio mosaico de actividades sin dejar con ello de lado la arquitectura, aunque, si me planto como un radical, no he buscado habituarme a trabajar sólo dentro de lo que habitualmente se hace como arquitecto, mis deseos de vivir me llevan a explorar otras posibilidades. Por eso me he dedicado a otras cosas que la vida me ha permitido, como por ejemplo, he recorrido ciudades y las carreteras que las conectan como conductor, he sido mensajero, capturista, impresor, pintor, velador y demás opciones que me mantienen sintiéndome vivo, explorando mis posibilidades.

No busco acomodarme, sólo porque no quiero acostumbrarme a nada. Tan pronto empiezo a sentirme cómodo en un sitio, busco la manera de cambiar de situación. El sitio donde vivo es lo que cualquiera describiría como un lugar incómodo -a propósito-. Es un incómodo vacío, sólo ocupado por un poco de mobiliario, sólo lo esencial, una cama, dos sillas y una mesa donde comer, trabajar, mirar la T.V. que pasa ésta de la mesa al piso cuando no se ve. Así, la mesa parece entender mis preceptos, pues no limita sus funciones a una sola cosa, sirve para muchas más y eso es lo que exploro. El baño de ese lugar está fuera, en el patio, y eso propicia experiencias de inefable belleza cuando por las noches la necesidad apremia, pues su ubicación obliga a sentir la brisa nocturna, a bañarse bajo la luz de la luna a pesar del frío, que al sentirse en mi piel erizada por la madrugada me hace sentirme vivo, no dormido como muchos se encuentran durante las horas habituales del sueño. Eso que pareciera ser incomodidad es la cualidad que me invita a salir de casa para sentir la vida en las calles, a convivir con otros, a no enajenarme en el encierro. La incomodidad, vista desde las ganas de vivir, es una gran ventaja. No quiero ser un habituado, un acostumbrado, un habitante. Quiero vivir, vivir las posibilidades que la vida pone y que los hábitos no permiten explorar, pues al ofrecer comodidad, entumen la vida.

Por eso sé que no soy un habitante, me considero entonces un vividor, un muy feliz vividor.

Así, como digo, puede ser interpretada mi vida,
pero sé que debo decir lo que es mi habitar,
pues quisiera decir la verdad…

He tenido que cambiar de empleos muchas veces no porque así lo decida, sino porque se ha prescindido de mis servicios en varias ocasiones, y por eso, al no encontrar un trabajo que tenga que ver con mi profesión, he tenido que trabajar en lo que sea, vaciando el orgullo profesional para llenar, al menos un poco, el estómago, porque si algo es verdad, es que la necesidad es una faceta muy dura.

Vivo en el lugar que dije no porque así lo haya elegido, sino porque no cuento con el dinero suficiente para pagar un sitio mejor, ya no digamos digno. A veces, por las noches, cuando la lluvia cae a cántaros, me ha sido imposible salir al baño… aguantar las ganas es también una manera de sentirse vivo, la vejiga se encarga de enviar ese mensaje a todo el cuerpo. El vacio que impera en el lugar no es producto de una tendencia voluntaria al despojo, sino más bien de una tendencia necesaria a visitar las casas de empeño.

Así, el único vacío que queda no es el del lugar, sino el de mi existencia, que oscila entre el habitar y el vivir. La dualidad del existir, la paradoja de mi ser. Ese vacío surge de un choque severo, violento, entre lo que acostumbro y lo que me vivifica. No quiero que el vacío se entienda como síntoma de decadencia, sino más bien como una oquedad capaz de alojar múltiples posibilidades, capaz de contener vida, más allá del habitar, hacia un trascendente existir.

Pero no puedo anhelar siquiera vivir si es verdad que a veces dejo de comer, no bajo la consigna de no acostumbrarme a ese hábito, sino simplemente porque mis bolsillos se han quedado como se sentirá el estómago tras la hora de comer. Quisiera decir que duermo para reponer energías con la intención de estar listo para sortear las vivencias que al siguiente día vengan, pero en realidad concilio el sueño para abstraerme un poco de mi situación, del vagabundeo, de las deudas, de la inestabilidad y del hambre.

Aún así no me acostumbraré a ésta situación, sé perfectamente que si me habitúo a esto moriré pronto de desesperación por una situación que no cambia, que sigue como un hábito que lacera, que lastima. Si habitar es a lo establecido y vivir es a lo posible, me inclino por lo segundo, porque pareciera que está escrito que mi vida se convierta en un habitar por éstas penurias, y tengo la esperanza de que es posible salir de ésta insatisfacción indignante. Por eso quiero vivir, no voy a acostumbrarme, no quiero ser un habitante, simplemente quiero vivir…
simplemente.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Arturo, Gracias por enaltecer la arquitectura con el gran maestro Julio, Te felicito de todo corazon, por todo tu trabajo como arquitecto, como escritor y como persona unica que eres.
Viendo tu trabajo y el corto tiempo que llevas como arquitecto te aseguro que vas para algo muy grande en esta vida, me da tanto gusto ser amigo de un Buen y bien hecho Amigo y Arquitecto.. Felicidades!! esta excelente tu trabajo! Un abrazo!!

Arq. Eric Reinecke C.

merinosarquitecto dijo...

Gracias mi buen Eric!!!

Si hay algo digno de agradecerse es la formación que se nos da... casi siempre se reconoce a nuestros padres, pero muy pocas veces a los maestros... ¿será porque son realmente pocas las personas que merecen ser llamados así?
Por eso me refiero así, como Maestro y con mayúsculas a Sánchez Juárez, gracias a él somos lo que somos, arquitectos pensantes en nada menos que la arquitectura para la vida humana.

Un abrazo mi hermano y gracias por seguir el blog!!!